By Gaspar Garza Gandara.
(Verano de 2009)
La tarde era cálida aquel lunes 25 de mayo. En el inicio de semana el bullicioso ruido de los pequeñines alegraba las instalaciones de la Liga Pequeña Colinas de San Jerónimo, ubicada al poniente de Monterrey.
Para Mauricio García Salinas de tan sólo 9 años de edad, aquel era un día como cualquiera. Después de acudir a la escuela por la mañana, ansiaba en verdad que dieran las cinco de la tarde, para asistir a su práctica beisbolera, en su año de debut en el rey de los deportes.
Dos días antes, lo habían festejado por su cumpleaños en ese mismo lugar, a donde se dieron cita amiguitos y familiares para felicitarlo y compartir juegos y golosinas en un cumpleaños muy beisbolero.
Sin embargo, la felicidad no era completa para el pequeño. Su mamá le había prometido regalarle una camisola original de los Sultanes de Monterrey. “Pero con el número 33 en la espalda, que es el que usa Mendy López!”, le habría solicitado el niño.
Y el sábado anterior hubo fiesta, pero la camisola brilló por su ausencia. “Ya pronto me la van a entregar, hijo….no sé que detallito le falta!”-le dijo la señora Yolanda Salinas, su madre.
La realidad era que habían planeado un festejo extra para Mau. Su familia había conseguido que ése lunes un personaje muy especial le entregase personalmente aquella preciada camisola.
Al filo de las 6 de la tarde y cuando los jugadorcitos atendían las instrucciones de sus entrenadores Jaime Castro y José Luis Montoya, sucedió lo inesperado.
La señora Yoli se aproximó acompañada de su esposo Jesús García y del antesalista de los Sultanes, el dominicano Mendy López quien traía en su mano una bolsa multicolor adornada por un vistoso globo.
“Mira Mauricio, quien vino a tu entrenamiento..salúdalo..es Mendy, mi hijito…Mendy López el que has visto batear jonrones en el estadio!”, dijo la dama.
Maurcio guardó silencio. Permaneció inmóvil, mientras que las madres de los jugadorcitos sacaban las cámaras fotográficas de sus bolsas y entregaban plumas a los niños para el autógrafo. Todos los adultos sabían de la sorpresa que se le había preparado al peloterito. Todos…los padres de lospequeñiitos y los managers, menos el festejado, sabía lo que lo esperaba. El rostro del niño se iluminó cuando su mamá lo encaminó a que recibiera el regalo. Abrió la bolsa y lo ayudaron a que se calzara la camisola.
Seguí sin pronunciar palabra, y con un brillo muy especial en su mirada. Reflejaba sorpresa, respeto y admiración.
La presencia del carismático pelotero le dio un toque muy especial al suceso. Para los niños aquel fue un momento mágico. Y la tarde, como encantada con aquel panorama: filas de niños buscando la firma o la foto de aquel señor, a quien muchos no conocían, y menos sin el uniforme de los Sultanes.
“¿ Quién es?-preguntó un chaparrito con la gorra despintada y las agujetas desabrochadas. “! Es Mendy, menso, el que juega con Sultanes!- respondió otro.
Para la fiesta sorpresa hicieron circular tarjetas con la imagen del pelotero, y el jugador sonreía ante las ocurrencias de los infantes.
En un pequeño diamante del parque se escenificaba un partido de exhibición entre los equipos Gallos de San Nicolás y los Indios de Colinas en la categoría inferior. Bastó para que un adulto comentara quien se encontraba dando autógrafos, para que se agregaran mas pequeños a la ya larga fila.
No faltó quien pidiera dos y hasta tres firmas. “¡ Para mi hermano grande que no vino..ah y pa´ mi maestra también, Mendy!”, giró una pequeña.
En la cafetería del lugar se festejó con refrescos y un pastel muy ad hoc, con el nombre del cumpleañero, el del pelotero y de los Sultanes.Con porras para todos, dio inicio la actuación del coro que entonaron “Las Mañanitas”
..y a soplar las velitas! Luego vino una sección de preguntas, donde el pelotero gozó con las ocurrencias de los pequeños.
“¿ Cuántos jonrones llevas? “Poquitos…nomas tengo 5”-respondió el jugador.“Oye y cuántos juegos han ganado…en qué lugar van?” “En sexto…no nos ha ido nada bien ahora!”-respondió. ¡Oye….y has jugado en las Mayores?” “Sí, cuando estaba mas joven..ahí sufrí una fractura en mi brazo y tengo dos placas de fierro y seis tornillos!”, señaló.
Y así continuaron los pequeños “reporteros” bombardeando al pelotero, quien pacientemente respondía a cada pregunta.
Un familiar del agasajado le dio a Mendy un crayón para que aplicara “sombra” de color negro debajo de los ojos de Mauricio. El dominicano aceptó gustoso, al momento que daba una explicación de que este “maquillaje” se utiliza mucho en Ligas Mayores en los juegos diurnos, para quitar un poco el efecto del reflejo de los rayos del sol sobre la vista.
Hubo un momento en que el manager de los niños pidió que el invitado diera un mensaje .Y el famoso pelotero aceptó con mucho agrado.
“Bueno, espero que le sigan echando ganas. El beisbol es un deporte muy bonito para mí.Es el mejor de todo el mundo.. Me ha dado todo. No tanto por el dinero que tengas, sino por esto, por estar conviviendo como estamos ahorita aquí con ustedes. Es bonito el orgullo que sientes de que tú puedes ser un ejemplo para los niños.
Es lo máximo que un ser humano puede tener.
Yo espero que después sea yo el que los vaya a ver jugar, cuando estén grandes.Pero después quiero que me reconozcan, que no me hagan a un lado!”, dijo provocando la risa de todo mundo.
“Pues ven a vernos jugar en el torneo, Mendy!”, gritó un pequeño.“¿Cuándo juegan?-preguntó el toletero. Y después de una inolvidable jornada ,en un lunes de descanso para el jugador, que lo aprovechó para relajarse en el beisbol de las ligas pequeñas, Mendy López empezó a despedirse de todo mundo. Ya en la salida, todavía algunos le solicitaron la firma o la foto con sus celulares. Las familias empezaban a retirarse con sus peloteritos y los adultos del torneo de softbol empezaban a llegar al parquecito, entre murmullos acerca de la identidad de aquel espigado personaje con apariencia atlética.
Los rayos solares perdían fuerza al desvanecerse entre las montañas. La tarde mágica para Mauricio aún no perdía su encanto, y tal vez pase mucho tiempo para que este peloterito la olvide. Aquella, fue una tarde encantada!
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