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06/21/2015
"No hay nadie mejor.Nunca seras mejor.Y nunca seras peor que otra persona.El problema es el habito,todo lo que necesitas es tomar conciencia de tus elecciones y responzabilizarte por tus acciones"
                                                                                            Dan Millman

Se escondía debajo de su sudadera con gorro, desplomado en su silla acolchonada, trataba de mezclarse con la decoración del salón, y estaba funcionando: Por una vez en su vida se las ingeniaba para no atraer la atención sobre sí mismo. Pero entonces el profesor se levantó y dijo algo verdaderamente… fuera de lugar. Algo que amenazaba con arruinarlo todo. El maestro dijo: En el primer día de clases con cada grupo, me gusta dejar que los estudiantes hablen un poco de sí mismos, así que ahora cada uno de ustedes dirá su nombre, en qué trabajan y algo acerca de porqué decidieron tomar la clase Marketing 644. (Marketing 644 es un electivo curso de su programa de maestrias MBA de la Universidad de Miami)
El profesor señaló a una joven sentada al frente y ella, sin dudarlo, se levantó y le dijo a la clase que trabajaba en UPS, que esperaba graduarse como maestra en Administración de Negocios y que quería convertirse en bla bla bla bla. Había dos docenas de estudiantes en el salón y uno por uno siguieron el ejemplo de la primera joven, lanzando sus micro autobiografías y dejando el turno al siguiente estudiante, y al siguiente.

Él los miraba, los escuchaba con atención, envidiaba sus pequeñas, ordenadas y limpias historias de vida y su confianza intelectual. Su vida es un desastre, como todo mundo sabe, y constantemente se siente rebasado intelectualmente porque no fue a la universidad. Sin padre y sin formación universitaria -sus dos heridas sin sanar, sus grandes dolores-. Esas dos carencias son, en buena medida, las razones por la cuáles está hoy aquí. Pero no, él no se atrevería a decir esas cosas, no quiere decirle a los demás estudiantes nada sobre sí mismo, mucho menos contarles todo, incluidos sus secretos más oscuros. Y ahí venía, el invisible bastón de la atención sigue acercándosele, no muy diferente a la manera en la que se acerca una pelota de béisbol cuando rueda hacia la tercera base que él cubre. De hecho, él alcanza a notar que si el salón de clases fuera un campo de béisbol, por pura causalidad su asiento sería 'la esquina caliente'.

Y sucedió. El estudiante sentado junto a él terminó de hablar, el salón se quedó en silencio casi religioso y él era el siguiente. Al menos todos estaban lo suficientemente aburridos como para voltear. Él se dirigió a las espaldas y la parte trasera de las gorras. Les dijo su nombre, Alex Rodríguez. Les dijo cuál era su trabajo, tercera base de los New York Yankees. Les dijo que era dueño de algunos negocios, y que estaba ahí porque quería aprender acerca de….

Lentamente, muy lentamente, las dos docenas de estudiantes voltearon y lo miraron fijamente con la boca abierta. Ellos saben quién es, por supuesto. La mitad del planeta lo sabe. Está en las noticias todos los días. Es el beisbolista ese que fue suspendido por esteroides o algo así, lo que lo hizo más que famoso. Tiene mala fama, es peligroso, de cierta manera es cool, una mezcla entre Babe Ruth y el Conde Drácula. Sigue hablando y los estudiantes siguen mirándolo fijamente y ninguno de ellos puede procesar lo que está sucediendo o lo que está diciendo, porque mientras él sinceramente trata de explicarse, de dar un informe breve de sí mismo, no puede contestar la única pregunta que pasa por la mente de todos los asistentes:

¿Qué demonios hace A-Rod en mi clase de marketing?

Él tampoco está seguro. Como todo en su vida, es complicado.

Pero al mismo tiempo no es tan complicado. Es dolorosamente simple. Está aquí porque necesita una educación. La ha necesitado por mucho, mucho tiempo.
Y este año, lo quiera o no, la va a recibir.

La gente lo odia. En serio lo odian. Al principio lo amaban, después los confundía, luego los irritaba, y ahora directamente lo detestan.

Con mucha frecuencia, mencionar a Alex Rodríguez en compañía de personas desata un amplio espectro de respuestas condicionadas. Repulsión dolorosa, sonidos guturales, miradas desviadas con exageración. Cientos de beisbolistas han sido descubiertos usando esteroides, incluidos algunos de los nombres más reconocidos y más adorados, pero de alguna manera Alex Rodríguez se ha convertido en el Lord Voldemort de la era de los esteroides. ¿Ryan Braun? Ganó un premio al Jugador Más Valioso, fue atrapado usando esteroides, dos veces, llamó antisemita al responsable de los exámenes antidoping, hizo tontos a sus mejores amigos, incluido Aaron Rodgers, y aun así no inspira un ápice de la mala voluntad que persigue a Rodríguez como una nube nuclear.
         
          Aaron Rodgers and Ryan Braun

La costumbre de hacer leña del árbol caído es una de las razones. Rodríguez nació con excesivas cualidades físicas -poder, visión, energía, tamaño, velocidad- y parecía específicamente diseñado para alcanzar la inmortalidad, como si hubiera sido ensamblado en un taller celestial por ángeles y un grupo de artistas de Marvel Comics. Después, tuvo la inmensa fortuna de alcanzar la edad adecuada en el exacto momento en que los contratos de béisbol estaban a punto de explotar. Meses antes de que tuviera edad suficiente para rentar un carro firmó un contrato por 252 millones de dólares. Siete años después: otro contrato por 272 millones más. Si a eso se le agrega que su aspecto físico parece valer otros 500 millones, la gente sólo tuvo que esperar el desastre. Los fans apoyarían al atleta multimillonario que además es ridículamente bien parecido (cuerpo esculpido por Rodin, piel color de mantequilla derretida, ojos pardos), pero al minuto que tropezara, pregúntenle a Tom Brady, harían fila para patearlo en sus, seguramente, esponjosas pelotas.
Alex Rodriguez
Año 2000 cuando firmo con los Rangers de Texas.
Sin padre ni universidad: Sus dos heridas abiertas.

Los defensores de Rodríguez (y sus empleados) responden rápidamente: Dios, el tipo no ha matado a nadie. Pero sí lo ha hecho. A-Rod asesinó a Alex Rodríguez. A-Rod secuestro brutalmente y reemplazó al virginal, bilingüe, mestizo, niño maravilla, al fenómeno cachetón cuyo único camino era hacia la cima. A-Rod killed the radio star*, y su caída de la gracia rompió con toda la simbología y el mito de lo que significa ser un atleta superhéroe en los Estados Unidos modernos.


Algunos detractores de Rodríguez están menos ofendidos por sus pecados mortales de lo que lo están por los veniales. Para ellos, se trata del instinto infalible que le daba su óptica privilegiada. Golpear el guante de un pitcher. Despreciar a los Red Sox. Besar un espejo. Faltarle al respeto a Jeter. Salir con Madonna -de todos sus líos, el más dañino (desde el punto de vista de las relaciones públicas, le habría ido mejor si hubiera salido con Bernie Madoff. De hecho, le habría ido mejor si hubiera manejado una bicicleta doble por Broadway con Madoff en el asiento de atrás y repicando una pequeña campanita). Otros detractores se enfocan más en lo verbal que en lo visual y desatan su odio por algunos errores de pronunciación del inglés, que ha tenido varios. Rodríguez es ese producto inevitable de una época centrada en la imagen y menos en las letras, un hombre bilingüe que no tiene una casa en ningún idioma.

Y aun así, si las palabras no habían sido sus amigas, con frecuencia fueron sus cómplices. No importa por dónde se le vea -el impostor insufrible, la leyenda contaminada, el chivo expiatorio acosado, el ángel caído, el humano imperfecto- es difícil argumentar que Rodríguez es un buen muchacho, porque hay un hecho que nadie puede negar. En múltiples ocasiones Rodríguez miró directamente a las cámaras de televisión, a los micrófonos de estaciones de radio, a las caras de fanáticos, amigos y reporteros y dijo cosas rotundamente falsas.

¿Cuántas pastillas, cremas y agujas había usado? ¿Cuánto habían ayudado esos químicos a sus ya de por sí enormes dones físicos? Esas y otras preguntas serán objeto de debate por toda la eternidad y nunca serán totalmente respondidas, pero ya no habrá debate sobre la credibilidad de Rodríguez. Es un mentiroso probado, reincidente, y por eso, mientras se prepara para regresar de la más prolongada suspensión por esteroides de la historia del béisbol, mientras se reacondiciona física y mentalmente para su entrenamiento de primavera número 21, mientras que hay un enorme interés en su historia, no hay utilidad en sus declaraciones.

Más allá de la utilidad, no hay manera.

Toma una declaración de Rodríguez, ponla entre comillas y mira lo que sucede; se hará nata como leche de varios días. Las palabras se hacen inestables, inservibles, extrañamente irónicas. No es una opción, citarlo o no, es simple ciencia, obediencia de las leyes naturales, una alquimia loca entre su credibilidad y los signos de puntuación. Escribir una declaración de Rodríguez es como poner pastillas de menta en una coca cola. Producirá una gran ola, todo mundo se emocionará por tres segundos y después sólo quedará el desastre y uno se pregunta qué habrá conseguido, además de algunas dificultades y una mancha permanente.

De hecho, no te molestes en sacar una grabadora o una libreta de apuntes en presencia de Rodríguez. Además de provocar una reacción física en él: Cara de Zombie Relajado. Y además de que fuera de grabación apenas dice más que "Salud" cuando alguien estornuda, él perdió su derecho a la exactitud. No hay tal cosa como literalidad para él. Por lo menos no por ahora. Su suspensión se terminó pero también se acabó la suspensión de la incredulidad del público. Si el alberga esperanzas de recapturar la confianza pública, de reparar su imagen, será a través de acciones, no de palabras.

Toda la felicidad y miseria humana toma forma a través de las acciones, decía Aristóteles, y mientras contaba historias, porque la vida es una historia que nunca termina, lo que vale para una historia muchas veces vale para la ética. Rodríguez, muy en el fondo, lo sabe. Sabe que no será hablando como salga del purgatorio. Cuando se lo recuerdas, sólo asiente con la cabeza. Lo sé, lo sé. Tienes razón. Y sabe que está condenado a aprenderlo una y otra vez.

Por ejemplo: Él manejó una noche de sus oficinas en Coral Gables, Florida a una universidad en el centro de Miami para asistir a una conferencia de Magic Johnson y el billonario Mike Fernández. Los dos hablan de sus éxitos en los negocios y cientos de aspirantes a emprendedores están en el lugar. En cierto punto, Magic buscó entre los asistentes a gente famosa. "¡Tenemos a Ray Allen!" Fuerte ovación. "¡Y por acá tenemos a Alex Rodríguez!" Aplausos, pero menos fuertes.


Alex Rodríguez, Mike Fernández, Carson Sylvestre, Ray Allen y Magic Johnson

Más tarde, en un café en el Design District, compartiendo un plato de pescado asado y calamares con una amiga, Rodríguez se sentía iluminado. Animado, envalentonado por esos aplausos, habla de cuánto quiere regresar a jugar, ayudar al equipo, mezclarse con sus compañeros, que ya no se trate de él nunca más, y sus palabras son inusualmente contundentes, su tono abiertamente sincero. Él es nuevamente el fenómeno con un camino sólo ascendente. Se mira esperanzado, suena esperanzado, mientras hay cierta agitación por esa esperanza enfrentando tanto odio, también parece poco caritativo seguir odiando frente a tanta esperanza.

Cuando se le preguntó cómo sonó todo esto en sus oídos, la amiga frunció el ceño y dijo: Como un montón de mierda.

La cara de Rodríguez se ensombrece.

Te creo, le dice su amiga. Sé que lo dices con sinceridad, pero tus palabras no van a convencer a nadie.

Rodríguez baja la mirada. Estudia la mesa de madera. Se ve como si los calamares no le hubieran sentado bien. Pero asiente con la cabeza, lo entiende.

Nadie puede decir con precisión cuándo empezó la educación de Alex Rodríguez. El propio Rodríguez no lo sabe, su mente no trabaja de esa manera. La gente que lo rodea tampoco lo sabe. Como la Cruz Roja después de un huracán en el sur de Florida, han estado un poco ocupados. Pero juran que existe ese proceso de educación en casa. Tal vez sea una pregunta injusta de todas maneras. ¿Cómo se mide el inicio de una evolución, de una metamorfosis, de un fortalecimiento del carácter? Una curva de aprendizaje no es la trayectoria de un jonrón. No siempre se empieza en el home plate.

Aun así, una fecha salta. 12 de Enero 2014. O algo cercano a eso.
Está sentado en su apartamento en Manhattan, encabronado como Aquiles, echando humo como el Satán de Milton, exhortando a sus tropas a una batalla contra Major League Baseball y el comisionado Bud Selig, desesperado por obtener una reducción de su suspensión de 162 juegos por usar drogas para mejorar el rendimiento. Propone luchar hasta la muerte, demandarlos a todos, pero hoy la pelea ha empezado a parecer condenada, fútil…equivocada. Después de todo, él cometió la falta.

Contacta a Jim Sharp, un temido litigante de Washington, ex marino, un hombre directo de Oklahoma, de 70 años, y al teléfono Sharp le dijo directamente: estás arruinando tu vida.

Jim Sharpe y Sammy Sosa (2005)

Esto lo sacude. Hunde todo el plan. Esa fue la cosa que hizo que Rodríguez se detuviera e hiciera un balance.

Camina por su apartamento, tanto como lo puede hacer un hombre con dos cirugías de cadera. Apenas hace dos años su doctor lijó y redujo la rótula de la pierna para que amoldara mejor a la cavidad de la cadera. Tres décadas de repetir el movimiento de batear, de apretar y girar su descomunal marco físico de un metro noventa, causó una acumulación de calcio, que se convirtió en una compresión que detenía la rotación de la cadera que no sólo alentó el swing de Rodríguez, hizo que se viera como una estatua en el plato durante la postemporada de 2012 y le inutilizó la parte baja del cuerpo. El día de la cirugía no podía levantar la pierna ni media pulgada.

Ahora, se sienta. A través del dolor, de la fatiga, ve con total claridad que Sharp tenía razón. Se ha acabado. Llamó de regreso a sus tropas, instruyó a su círculo cercano para que preparara un pronunciamiento de que abandonaría cualquier litigio, que aceptaba la suspensión con efecto inmediato.

Su círculo cercano le dijo que estaba cometiendo un grave error. Pelea, pelea, pelea, le decían -una persona incluso usó esas mismas palabras. Así que reconstruyó su círculo cercano, creo uno nuevo, uno más pequeño, éste conformado por mediadores, sensatos oriundos del medio-oeste, gente de paz.
Desgastado, deprimido, desesperado y sin empleo por primera vez en su vida adulta, se encerró y se impuso un voto de silencio mediático, que no es fácil. Como dijo Henry Adams en La educación de Henry Adams: "Él nunca batalló tanto para aprender un idioma como lo hizo para mantener la boca cerrada…"

Entonces hizo una lista. Él ama las listas, las hace todo el tiempo, usualmente en una de esas libretas de hojas amarillas. En esa nueva lista escribió los nombres de las personas a las que debía hablarles por teléfono inmediatamente. Personas a las que les debía una disculpa. Personas a las que les debía una explicación. Amigos, dueños, compañeros con los que debía ser totalmente directo. Uno por uno marcó los números en su Blackberry con manos temblorosas. Le dijo a cada persona de la lista que sentía mucho todo el drama que había causado, que estaba determinado a recuperar su confianza y que esperaba que le dieran una oportunidad. Por supuesto, él no les contó toda la historia, porque nunca le ha contado la historia completa a nadie. Ninguna persona, viva o muerta, sabe toda la historia; sólo dos personas la saben casi toda. Pero, a la gente de la lista les dijo más de lo que estaba acostumbrado a decir, más de lo que siempre quiso decir, lo que hizo de cada llamada un río de hierro ardiente. Se sintió aliviado cuando las voces de las personas de la lista le decían que agradecían su llamada, que le deseaban buena suerte en los días difíciles por venir. Misericordia, compasión, era mucho más de lo que había esperado, más de lo que merecía. Significaba que estaba en el camino correcto.

Ahora, hizo otra lista. Personas a las que les debe una disculpa especial, una más completa de detallada explicación y una que será mil veces más difícil de hacer llegar. En esa lista sólo escribió un nombre.

                              Natasha.


Rodríguez tiene dos hijas -Ella de 5 años y Natasha de 9-. 
Ellas son las primera cosa que uno ve cuando entra a sus oficinas, dos enormes retratos colgados en la pared, detrás de su escritorio, incluso antes de sus trofeos de Jugador Más Valioso. A lo largo del escándalo, Rodríguez y su ex esposa Cynthia, han estado en alerta roja tratando de proteger a las niñas, apagando televisiones, escondiendo periódicos. Pero pronto, temen, Natasha va a escuchar algo. Ella y sus amigos tienen la edad suficiente, alguna flecha de burla romperá tarde o temprano la burbuja de protección. Además ella es lista, y un día cualquiera será capaz de atar cabos y preguntarse ¿por qué papá ahora está en casa todo el tiempo? ¿por qué ahora puede llevarlas a ella y a su hermana a la escuela? Empezará a hacer preguntas, Rodríguez piensa anticiparse a esas preguntas con un caudal de respuestas. Decidió que esa será una parte vital de su suspensión. Si no hace nada en todo el año, tiene que hacer esto. Amor y verdad, y la manera de salir del lugar oscuro en el que se encuentra es decirle la verdad a Natasha.

Pero no ahora. No en enero de 2014. Todavía no ha llegado a ese punto de su educación.

Se encuentra con una amiga en una librería para tomarse un café en Coral Gables. Su juego, su carrera, su vida, todo pende de un hilo. Le dice que está asustado. Está realmente asustado. Ella lo conoce desde que era un niño y nunca lo había visto así. Antes de despedirse caminan por la sección de libros de autoayuda y ella lo ayuda a encontrar un libro. Rompiendo el hábito de ser uno mismo. Cómo perder la cabeza y crear una nueva.
Libros, se dijo a sí mismo, montones de libros -eso también será parte vital de sus suspensión-.

Romper el hábito de ser Rodríguez. ¿Eso también incluirá renunciar al béisbol? Tal vez. Tal vez no haya otra manera, piensa, y en esos primeros días pasa horas y horas pensando en el retiro. Tiene dos cirugías de cadera, 38 años, ¿cuál es el punto? Por qué no darle a la gente lo que quiere y desvanecerse. Dejarlo ir.

Mira hacia el espacio, imaginando cómo se sentirá no volver a vestirse de rayas nunca más, nunca más pararse en la caja de bateo. No ganar más. Pero no puede imaginárselo. Tiene una imaginación muy activa, pero no puede imaginarse eso.

Todo aquel que lo conozca sabe que este es un hombre cuya idea de una tarde perfecta es pulir sus bates. Hechos específicamente para él -Color negro carbón, 34 pulgadas, 32 onzas, triple cruce, su nombre escrito con láser en el barril-, pocas cosas le son más placenteras que sacarles brillo, ponerles cinta en el mango, examinar las raspaduras para ver con precisión dónde le pega a la bola. Este es un hombre que todo lo analiza en términos de béisbol. Una situación difícil es un slider en la parte de adentro del plato. Una situación estresante con poco tiempo para resolverla es tener las bases llenas en el cierre de la novena. La persona más arriba en una línea de trabajo en Babe Ruth. Rodríguez siempre quiere saber quién es el Babe Ruth de tu oficio, quién es el Babe Ruth de la escritura, quién es el Babe Ruth de la actividad financiera, quién es el Babe Ruth de cuidar niños.

No, él no puede alejarse del béisbol, no todavía, su amor por el juego es demasiado fuerte. Y cree que todavía tiene mucho juego dentro de sí. Sabe que si puede rehabilitar su cadera, poner su mente en orden, puede ser grandioso de nuevo. Tal vez sólo por una temporada, por un juego, pero ser grandioso de nuevo. Se lo debe a los fans, al juego, a su equipo.

Por supuesto también hay 61 millones de dólares en salario para él si regresa. Puede decir que el dinero no le importa, y lo dice a menudo, pero ¿quién en su sano juicio le creería?

La sola consideración del retiro abre las puertas de la memoria y él no las puede cerrar de nuevo. Su mente corre hacia atrás, como un infielder buscando un elevado. Puede ver sus inicios, los primeros indicios, sentado junto a su padre en su pequeña casita en Westchester, Florida, viendo a los Mets y a los Braves. La tele es viejísima, la señal desastrosa, pero a su padre, un catcher retirado de la Liga Profesional de República Dominicana, no le importa, así que a su hijo de 9 años tampoco.
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Su padre lo llamaba Pipiolo (expresión coloquial que significa "joven" o "inocente"), y le enseñaba todo lo que tenía que ver con el juego de pelota y nunca era suficiente. Rodríguez lo asediaba con preguntas todo el tiempo. Él quería aprender, por supuesto, pero las preguntas no eran realmente a cerca de educación. El niño quería capturar el corazón de su viejo, atraer su atención, lo que no era fácil porque el hombre era alcohólico -dos six paks cada noche- y apostador. Jugaba a los caballos y bolita, y perdía más que ganaba.

Un día, cuando Rodríguez tenía 10 años, regresó de la escuela y la casa estaba inusualmente tranquila. La tele apagada. Su padre se había ido. Había cerrado su tienda de zapatos y se había ido a Nueva York a buscar otro sitio para la zapatería. Al menos eso le dijo su mamá. Sólo estará fuera un ratito, le dijo. Pero ese ratito se convirtió en para siempre.

Mientras creía, Rodríguez se culpaba por el abandono de su padre. Seguramente él hizo algo, o dijo algo que hizo que su padre se fuera. Se odiaba a sí mismo y también se compadecía a sí mismo. Temía que la falta de padre le impidiera avanzar en la vida. Un padre es un educador. Un padre le enseña a un niño más cosas además de béisbol. Un padre enseña sobre dinero, mujeres, sobre lo que está bien y lo que está mal. Un padre impone disciplina y moral. La mamá de Rodríguez no disciplina, es demasiado dulce y él es demasiado grande. Y ambos saben que él es la única esperanza que tienen de salir de ese casa, de ese vecindario. Entonces no pueden hacer algo mal. Cuando sobrevino la suspensión Rodríguez tuvo una revelación: En toda mi vida, nunca fui castigado, nunca me dijeron que no…hasta el 162.

Pero, ¿cuál fue la peor parte de perder a su padre? Todas esas preguntas. Él tenía muchas más y nunca pudo decirlas. Han pasado 30 años, y sigue preguntándose cosas. Todas las personas de su entorno dicen que Rodríguez siempre está haciendo preguntas. Cada conversación es un interrogatorio. Es su proceso, así es como interactúa con el mundo. Así es como aprende.

Es así como recrea ese paraíso perdido con su padre.


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      Dos días después de que se rinde, agotando todos los litigios. El 11 de febrero de 2014,recibe un correo electrónico de su amigo José. Oye, necesito hablar con contigo. Urgente.

      Se preocupa. Él marca a José de inmediato.

      ¿Estás sentado? pregunta.

      Sí.

      Es tu padre.

      Rodríguez no ha hablado con su viejo en años. Aún así, dios mio, es su padre.Esto es un puñetazo, él lo llama, y ​​llega esto cuando menos lo esperaba. ¿Puede ser una mera coincidencia, se pregunta, que su padre llegue ahora, en el inicio de su suspensión, en pleno invierno? Él camina por las calles, mira los árboles desnudos, encoge sus hombros contra el viento de febrero. Es evidente que el universo está enojado con él, está penalizado - pero para qué? Él no se atreve a ir demasiado lejos con esa línea de interrogatorio.

      Horas después de recibir la mala noticia, asiste a una charla de Malcolm Gladwell, quien acaba de publicar un libro, David y Goliat. Gladwell describe a Rodríguez en un ensayo de 2013 como uno de los atletas que más le disgustan de su generación, pero bueno. El tema del libro interesa a Rodríguez, y además, lecturas y conferencias y librerías son sus placeres culpables. Especialmente librerías.Tu puedes ir, dice, tomar una taza de café, y durante una hora o dos fingir que eres inteligente.

      Esta noche, sin embargo, él no se siente listo. Se siente irremediablemente distraído. Mientras Gladwell habla, Rodríguez está flotando en algún lugar fuera de su cuerpo, viajando en el tiempo atrás, atrás, a finales de 1990. Él puede oír en ese momento a su esposa Cynthia  instándole a encontrar a su padre, para volver a conectarse, antes de que sea demasiado tarde, y él puede verse a sí mismo, finalmente prestar atención a sus consejos, encontrando a su viejo hombre,volando desde Florida a Minneapolis, de todos los lugares, cuando los Marineros están jugando contra los Mellizos. Es mejor tener la reunión en un pequeño pueblo, él y la figura de Cynthia, lejos de los ojos de los paparazzi y curiosos de las grandes ciudades.

      Instala a su padre en un hotel cerca de uno donde el equipo de los Marineros se esta quedando, y durante cuatro días,el, Cynthia y su padre pasaran las mañanas y tardes compartiendo comidas, y ponerse al día. Rodríguez pide a su padre un millón de preguntas, pero nunca la cuestión más alta. ¿Por qué te fuiste? Y su padre nunca le da en forma voluntaria una respuesta.

      A veces, Rodríguez se deslizará y pedirá a su padre una pregunta en español, y su padre siempre toma la mano de Cynthia y amonesta a su hijo: Tenemos una hermosa mujer en la habitación; tenemos que hablar en Inglés.

      Por la noche todos se dirigen hacia fuera hacia el estadio, y Rodríguez está profundamente conmovido al ver a su padre vestido con un traje oscuro y corbata, como corresponde a una ocasión especial. Y es especial. Rodríguez tiene una reputación de arrugarse en los partidos importantes, pero esta serie con los Mellizos se encuentra entre la más grande de su carrera, su personal Serie Mundial, y se convierte en una temible bestia. Cada pelota que golpea va sonando hacia fuera de la pared, o navega terminando en ella. Los Mellizos se preguntan lo que han hecho para molestar a Alex Rodríguez; no saben que esta es la primera vez que juega delante de su padre, ese caballero atildado en la primera fila que se ve como si acabara de llegar a la 20th Century Limited desde la década de 1940, y Pipiolo está decidido a hacerlo orgulloso.

      Batear un jonrón es una extraña manera de conseguir el amor, de dar amor, pero funciona para Rodríguez, y siempre lo ha hecho. Un jonrón no detiene el juego, se detiene el mundo, le permite salirse. Un jonrón afirma control, anuncia sin palabras, pero sin lugar a dudas: TODO lo trataras conmigo! ¿Qué se siente tan condenadamente bueno después de un sentimiento de infancia impotente. No llegar a 654 jonrones, quinto en la lista de todos los tiempos, sin que algún grado de poder fetichezco.

      Cuando su mente vuelve a este momento. Alex piensa en ese dia cuando se enfrentara ante su hija mayor, él mira a su hija mayor y todo vuelve, tan terriblemente claro, cómo aparece el mundo a los ojos de una niña de 10 años de edad. (De hecho, algunos días que le gustaría poder olvidar.) Ella lo es. Es ella. Y sin embargo, ella está mucho más madura de lo que El era a su edad.

      A veces, cuando ella está haciendo su tarea, o mandándole una buena canción encontrada en la radio, cuando conduce a la escuela, recuerda la noche en que nació. Cynthia despertandolo: Alex, es el momento. Él se ve corriendo a la sala de partos. No sólo se marea, no solamente vomito - que casi se desmayó. El tuvo que sentarse en la cama de un hospital junto a Cynthia. Una enfermera le puso una compresa fría en la frente, y tomó su presión arterial, y todo el mundo se rió de él, el gran papá fuerte. Incluso tuvo que reír. Rendimiento lamentable. Pero estaba tan emocionado, tan nervioso.

      Luego la habitación llena de gente. Los médicos, enfermeras, familiares, amigos cercanos, todos hablando a la vez a él y Cynthia, y luego todo el pueblo a la izquierda, y luego hubo gritos, mucha de ella de él, y de repente había una nueva persona en la habitación, Natasha Rodríguez, 1 minuto de edad, querer lo que todo el mundo quiere. Para estar caliente. A realizarse. Para estar seguro. Para ser conocido.

      Él y Cynthia sabían su nombre antes de que ella llegara. Desde hace años que habían acordado que el nombre de Natasha era hermoso, exótico, especie de Rusia, sino también la clase de ese nombre en español, y cuando la vieron no tenían ninguna duda.


      Cynthia esta en la sala cuando se sienta con Natasha, y aunque Natasha estará escuchandolo a él, la mayor parte del tiempo que va a estar tratando de mapa mental de su madre, él piensa. Lo bueno es que también, ya que él está seguro de desmoronarse. Él sabe que va a llorar, y una vez que comienza, será difícil detenerse. Pero él sólo va a tener que destripar a cabo, ahogar las lágrimas, decirle la verdad. Él planea decirle toda la verdad - editado para una niña de 10-años de edad, pero aún así, el le contara la más completa historia que el no ha dado jamás a nadie.

      Él no sabe exactamente lo que va a decirle,las palabras que va a utilizar, y él no puede imaginar lo que ella le vaya a decir. Pero ella es la hija de Alex Rodríguez - que tiene sus ojos, su sonrisa, su segundo nombre es Alexander - por lo que es probable que tenga un montón de preguntas.

      Él desea que él no tuvo que responder a ellas. Daría cualquier cosa por no tener que hacer esto. Ella tiene la misma edad que él tuvo cuando su padre lo decepcionó, y ahora él tiene que decepcionarla.

      Y sin embargo, también hay una parte de él que se siente orgulloso. Esto es lo que los padres hacen. Padres explicando el mundo. Yo no tenía un padre que me dijera una cosa de mierda, dice, repentinamente enfadado. Yo estaba engañado, dice.

      Así que el engaño se detiene ahora.

      Él espera que, al final, sus respuestas satisfagan a Natasha. Si es así, ella será la primera. Si no? Al menos, cuando todo haya terminado, espera que ambos habrán aprendido algo.

      Él vive en la esperanza.


      (ESTOS FUERON EXTRACTOS DE ESTE GRAN REPORTAJE DE J.R MOEHRINGER , AQUI LES COMPARTO LA LIGA DONDE PODRAN VER LA CALIDAD DE REPORTAJE)
      Alex Rodriguez's journey back to MLB

        

                               FELIZ DIA DEL PADRE 

      FRANCISCO RODRIGUEZ
      "EL CARDENAL"
      SAN NICOLAS DE LOS GARZA, N.L. 
      MÉXICO
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