A mi amiga Beba
La emoción de conocer un nuevo parque de pelota se reflejaba en el rostro de los miles que caminábamos rumbo a la nueva Meca del beisbol en la CDMX.
La mayoría vestidos de rojo, en pareja, en grupo de cuates y muchos más en familia. El largo camino desde el estacionamiento estaba bien resguardado por miembros de la agrupación "Lobo", que vuelven a nuestro beisbol.
La visión del inmueble desde el puente que cruza la pista del autódromo es incomparable. Moderno, definitivamente mexicano, con una gran pantalla y una explanada repleta de aficionados.
La entrada es sencilla y sí, hay revisiones, pero a diferencia de su ancestro, el Foro Sol, en el Alfredo Harp Helú, los aficionados fuimos tratados con amabilidad.
Ya adentro, el espacio es enorme, abierto casi, con ese techo tan particular que distingue al AHH. Vidrio, piedra, elevador, la marabunta roja se distribuyó en sus localidades con facilidad. De verdad, como aquella frase del "Campo de los sueños", él, Don Alfredo, lo construyó y nosotros asistimos.
Las butacas son comodísimas, con perfecta visión y en el campo no hay una sola sombra. El sonido prístino y al parecer ya los animadores comprendieron que no es necesario gritar ante un micrófono, porque su participación no es molesta. Otro detalle fabuloso es el manejo de la música, como de estadio de MLB, divertidísimo.
Tigres, Diablos, Tigres, Diablos, así las porras y la pizarra nuevecita aceptó 22 carreras, nada más ocho jonrones, una locura. Ambos abridores sufrieron, pero cuando Octavio Acosta relevó a Matt Gage, empezaron a aparecer los ceros en la parte alta de los innings.
Tigres solamente anotó en las primeras dos entradas, pero fueron ocho carreras. Por su parte, Diablos tuvo una práctica de bateo con catorce carreras. Entre Oswaldo Arcia y Japhet Amador conectaron 4 jonrones, más el de Iván Terrazas en la tercera.
Buen juego, después de tantas carreras en contra, ganaron los Diablos, que ahora tienen su dugout en la primera base, como debe de ser. La primera bola la lanzó Don Alfredo y todos le aplaudimos.
Al final, la afición feliz de haber visto un buen espectáculo en un lugar soberbio.
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