Uno de los grandes sueños que no pude realizar en los años anteriores de mi vida fue el de visitar el antiguo, el primer Yankee Stadium. La “casa que Babe Ruth construyó” siempre me causó un impacto mágico, surgido de las películas, los libros, los periódicos y la televisión, que fueron los medios por los que pude conocer “de lejos” el famoso estadio ubicado en el Bronx, en la bien llamada “ciudad que nunca duerme”. Ahí se escribieron hazañas de grandeza, capítulos imborrables en la memoria de quienes somos fanáticos del equipo más ganador en la historia del deporte, por eso fue terrible cuando me enteré que lo derribarían para construir otra casa para los Yankees, y más aún cuando vi que empezaban los trabajos de demolición, y yo no había podido ir a palparlo con mis propias manos.
Imaginaba que al visitar el antiguo Yankee Stadium, podría ver por medio de mi imaginación a Babe Ruth parado a la izquierda del pentágono, o voltear hacia los jardines y poder observar a Roger Maris y Mickey Mantle corriendo por un elevado. Pero mi debilidad en este grandioso juego siempre ha sido el pitcheo, es por lo que me desvivo, y era inevitable el pensar que al estar en ese estadio, observaría la lomita y podría ver a tantos prodigiosos lanzadores: Whitey Ford, Roger Clemens, David Wells, Orlando “el Duque” Hernández, Rich “el Ganso” Goosage”, David Cone, Waite Hoyt, Catfish Hunter, Jim Abbot, Lefty Gomez, Mariano Rivera, entre tantos otros auténticos “caballos”.
Precisamente por esa fascinación que profeso al arte de lanzar una pelota de 108 costuras, la hazaña que más me ha cautivado del primer Yankee Stadium, fue la sucedida el lunes 8 de octubre de 1956, durante el juego 5 de la Serie Mundial entre los Yankees de Nueva York y los Dodgers de Brooklyn, un agarrón entre equipos vecinos que no se profesaban absolutamente nada de cariño, y que contaban con numerosas súper estrellas en sus respectivos line up´s. Esa tarde, un pitcher mediano, de nombre Don Larsen, escribió su nombre con lingotes de oro dentro de la historia del rey de los deportes, al lanzar el hasta ahora, único juego perfecto en la historia del clásico de otoño.
Lo nombraron “el cero absoluto”: veintisiete outs en línea, cero hits, cero carreras, cero errores, cero bases por bolas, cero hombres en base. Hazaña sin precedentes que encumbró a Larsen, quien lanzó con gran control para dominar a placer a elementos como Gil Hodges, Pee Wee Reese y Roy Campanella. Pero Larsen no lo hizo solo, detrás del plato estuvo un sabio guía que lo llevó por el camino del dominio ante los lanzadores contrarios, ese escudero fue Lawrence Peter Berra, conocido por todos como el gran Yogi Berra.
El legado de Berra es incomparable y un auténtico tesoro para cualquier amante del rey de los deportes. Es el único ser humano que se puede dar el lujo de colocar un anillo de Serie Mundial en cada uno de los dedos de sus manos, fue prospecto, pelotero, estrella y manager de los Yankees de Nueva York en su época más dorada, sirvió a su país en el ejército y por si fuera poco, fue una especie de “filósofo” del beisbol, con sus “yogismos”, frases llenas de simpleza, pero al mismo tiempo repletas de sabiduría. “El beisbol es noventa por ciento mental, el resto es físico”, o “esto no se acaba, hasta que se acaba”, son frases que retratan a Berra de cuerpo entero, con espontaneidad, nobleza y quizá hasta un poco de ingenuidad.
Berra fue todo lo que un Yankee debe ser: aguerrido, ejemplar, sano, sonriente, amable con los aficionados, y sobre todo, ganador. El más grande catcher que hayan tenido los Yankees se fue a jugar al diamante celestial, lo llamó el manager del universo para que completara una novena que seguramente es todo un trabuco. Todos recibiremos ese llamado, y quizá algún día muy, muy lejano, pueda ver con mis propios ojos la imagen que siempre anhelé ver en el antiguo Yankee Stadium: la de un desbordante de alegría Yogi Berra, saltando a los brazos de Don Larsen tras caer el out 27 de aquel glorioso juego perfecto. Buen fin de semana, y recuerden disfrutar la vida, hasta que caiga el out 27.
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