Por Jesús Alberto Rubio
En mi charla sobre la historia del beisbol en México hay un sustento por demás significativo que ha contribuido a la difusión/divulgación y fomento a través del tiempo del deporte rey: los colegas que, con esmerado trabajo de investigación, dedicación y esfuerzo han contribuido a su engrandecimiento como un rico legado para el presente y las futuras generaciones.
Por ello mi reconocimiento a quienes han aportado y siguen haciéndolo a lo largo y ancho de México, especialmente en aquellas ciudades-regiones donde el beisbol y su historia es parte íntima de la cultura e identidad de sus habitantes.
Hay ejemplos notables:
Alfonso Araujo Bojórquez (Cd. Obregón); Enrique Kerlegand y Juan Antonio García Villa (Torreón); Jorge Cervantes Jáuregui (Guanajuato), Horacio Ibarra Álvarez (Monterrey); Pedro “El Mago” Septién, Tomás Morales, Toño de Valdés y Fernando Mendoza (Ciudad de México); Héctor Barrios Fernández (Ensenada, BC); César González Gómez (Matamoros y Monterrey); Eduardo Almada (Navojoa); Ángel Encinas Blanco (Hermosillo)… y así sigue una amplia lista de cronistas, periodistas, narradores de nuestro beisbol.
Por supuesto, hay otros grandes colegas que también son de oro en el tiempo eterno: Alejandro Aguilar Reyes (Fray Nano); Jorge de la Serna, Rafael Reyes Nájera (Kid Alto); Agustín de Valdez, José “Pepe” Monterrey” González; Jorge Menéndez, Humberto Galaz, Fausto Soto Silva, Jorge Blanco Martínez… y los que me faltan mencionar.
De César González, ya le he comentado cómo su investigación contemporánea nos vislumbró un nuevo escenario como el origen del beisbol mexicano:
Exacto: César nos sorprendió al revelarnos que Matamoros, Tamaulipas, tiene registrado un juego de béisbol organizado (formal) entre un equipo mexicano, El Union Base Ball Club, y el Club de Brownsville, Texas, un hecho que ocurrió en 1869, por lo que esa fecha podría ser la más remota en los orígenes de este deporte en México.
Luego entonces se pudiera entender que ese conjunto mexicano es el más antiguo que se conoce (y de América Latina).
También, el mismo Unión Base Ball Club cruzaba la frontera desde Matamoros a Brownsville para jugar en los campos del Fuerte Brown, una importante guarnición militar texana.
Justamente el Fuerte estaba a unos metros del cruce internacional al grado de que una porción de los vastos campos usados entonces para jugar es hoy parte de la garita de inmigración americana.
En su documento el colega también precisó que desde 1867 se tienen evidencias de que estudiantes de Guaymas en Santa Clara Collegue, en California (cerca de San Francisco) donde también jugaban pelota, al regresar a su puerto natal de Guaymas, lo más seguro es que ponían en práctica el juego de béisbol (informal).
Ello marca por supuesto una evidencia todavía más remota que echa por tierra aquello del famoso buque Montana, que no era militar, sino comercial, de pasaje y carga postal.
Y es que después de que siempre se dijo que en mayo de 1877 “del Montana bajaron sus marines a echarse un juego de pelota en la Plaza de las Carretas”, lo cierto es que esa nave ya dormía el sueño eterno en la bahía de Guaymas al incendiarse y hundirse tres meses antes.
En este proceso histórico que envuelve a los orígenes del beisbol en nuestro país, podemos afirmar que ya desde la tercera parte del siglo 19 se jugaba pelota en México.
Y mire: ya le he informado en su momento que como Cunas del beisbol en México que en lo general reconoce el Salón de la Fama del Beisbol Mexicano, son: Mazatlán, Guaymas, Nuevo Laredo, Piedras Negras, Torreón, Coahuila, Chihuahua, Ensenada, Yucatán, San Juan Cadereyta, Nuevo León, Ciudad de México, y Veracruz, donde se jugaba beisbol, aunque de manera informal entre la tripulación de barcos mercantes y de la Naval. Incluso, lo hacían trabajadores del ferrocarril y la industria petrolera estadounidense e inglesa (1903).
Gracias. |