Por Julio Cesar Hernández
Esta escena es real, no un ejercicio de imaginación:
En el jardín de una casa en la sultana se celebra una reunión de amigos, el clima es muy agradable, fresco, con aire; en la parrilla sigue expuesto un cabrito, algunas salchichas para asar y carne. Clásico.
Entre la plática y la música norteña de fondo dos temas empiezan a dominar la conversación: por un lado, uno de los asistentes, con camisa de Rayados, sigue a traves de una app,las incidencias de la final de futbol femenil entre Rayadas y Tigres Femenil en el estadio nuevo de Guadalupe con una asistencia récord a nivel mundial de 51´000 aficionados en la tribuna; una semana antes, en el Volcán se había implantado la anterior nueva marca con 38´000.
Por otro lado estaban los seguidores del Baseball, en MLBtv observaron el finiquito del NO-NO que Dodgers conseguían de manera combinada, reafirmándose como la franquicia histórica en tradición de Pitcheo de GL ante unos Padres que, curiosamente, jamás han conseguido maniatar de esa manera a sus rivales.
Apenas 24 horas antes, Tigres había sostenido su encuentro de Cuartos de Final en la Liguilla del FutMex ante Santos de la laguna, como ha sido durante muchoa años, la Incomparable atestó el Universitario.
Y aún faltaban los cotejos 2 y 3 de la Mexico Series entre LAD y SD.
La reventa de boletos mantenía un vaivén, acompasado al pronóstico del tiempo (en MTY dicen que si no le gusta el clima pregunte dentro de 5 minutos y quizás cambie); esto, unido a las posibilidades de que se suspendieran al menos los encuentros de viernes y sábado y la incertidumbre de la presencia y actuación sobre la loma de Clayton Kershaw mantenían otro tipo de "clima": de expectación, suspenso y esperanza.
El sábado amaneció algo prometedor, con nublados amenazantes pero intervalos de sol que prometían, como trayendo recado de Tláloc de que se portaría bien y permitiría el desarrollo de las acciones.
Un par de horas antes, a pesar de la llovizna, los estacionamientos aledaños al Palacio Sultán comenzaban a congestionarse; los vendedores agregaron a sus existencias unos "impermeables" que cubrían y protegían menos que una bolsa de supermercado. El mexicanísimo tianguis en las afueras del inmueble ofrecía gran variedad de souvenirs: todo lo imaginable en parafernalia beisbolera... y comida, desde Semillitas hasta Dogos gigantes.
Las filas para el ingreso sí avanzaban con celeridad y el proceso culminaba con una especie de revisión "de aeropuerto", algo usual en USA y su paranoia pero no tan común ni acostumbrado a tolerar por las aficiones de estas latitudes.
La seguridad estuvo reforzada - helicópteros, vehículos blindados y elemntos bien apertrechados-pero nunca fue para molestia del asistente, al contrario, se mostraron eficientes, acomedidos y hasta dispuestos para la foto.
El segundo encuentro marcó distancia de inmediato con la Gema del día anterior: al primer bateador de Padres se anotaba la primera rayita en el cuadrito de las "H" con un Triple al sexto disparo que veía; el envío #7 se fue del otro lado del Trumpiano Muro y sin pasaporte ni coyote ("Hosmer Homers!").
Fue muy emotivo el momento de la entonación de ambos Himnos, hermosas las banderas ondeando enmarcadas por un cielo gris; más tarde otros enormes telones taparían la visual de un sector de la grada por instantes, primero la Tricolor Nacional y luego la de Dodgers representativa del grupo se deguidores conocido como Pantone 294.
El Cielito Lindo cimbró a más de uno y parecía más una ofrenda y un ruego de que el agua no interfiriera. Al parecer, el Canto fue de su agrado porque todo transcurrió conforme al programa.
La segunda jornada terminaba y a la salida, en el remolino de los caracoles de pronto un tumulto: era Fernando Valenzuela, montado en un carrito de golf, bien custodiado, asediado por sus fans de todas edades; era cuestión de escudriñar bien y reconocera otras celebridades, por allá el nuevo Narrador de los Azulitos, Joe Davis (Heredero del micrófono de Vin Scully, nada más!), por otro lado, jalando su maleta el gran Rick Monday entre otros y alla entre el río de gente brincando charcos se esparcía la noticia: Xolos acababan de dar cuenta de Rayados ahí mismo. Unos celebraban y otros preferían no creer o fingián no escuchar.
El domingo amaneció radiante pero sofocado ("qué calor y qué bochornooo!", diría el gran Piporro); todo mundo acusaba más la mezcla de humedad y temperatura.
Siendo honestos, se percibía menos movimiento que las jornadas anteriores, había bastantes boletos ahí en las inmediaciones, ya no era necesario estar actualizando los Grupos de FB creados para la oferta y demanda de boletos de este compromiso. Con dinero, entrabas.
Y la gente acudió al llamado ("Si lo construyes, ellos vendrán"): Las enormes letras de escenografía para retratarse junto a ellas tenían delante de sí grandes filas en la explanada del recinto beisbolero; del mismo modo la estatua de Don Héctor Espino. Todo ese espacio remozado, reluciente, bonito.
La mayoría era parcial a Dodgers; numerosos los grupos de norteamericanos que se apreciaban, de la misma manera el de aquellos denominados "Pochos" que, hay que decirlo, fueron contribuyentes y aportaron buena parte del ambiente en la grada. Cánticos, ocurrencias, porras, LA OLA(!); un ojo al gato y otro al garabato: buscando al de la cerveza, al de la botana, de la pelota de playa, de las cámaras y sus diferentes dinámicas en apoyo a los grupos de animación que frecuentemente obsequiaban algún recuerdo al fan asistente.
No vimos un Hit de Villanueva pero tampoco a Puig, a Kershaw, Turner, Seager, Ryu, vamos ni siquiera a Rich Hill que figuraba al fin en una de "n" ternas presentadas para subir a la loma en aquellas tierras.
DE ello teníamos consciencia pero al que en realidad echamos de menos fue a Kenley Jansen. Los Dodgers no pudieron ni supieron crear la situación para su entrada; 6 Ks, entre tirándoles y con la carabina al hombro fueron los Outs de las últimas tandas de cada juego. Ansiosos, desesperados; en parte por brindarse ante un público que se les entregó y por otro lado, tratando de hacer más de lo posible para suplir las susencias del hospital antes mencionado.
Fue Brad Hand y su majestuosa entrada desde el Bullpen con "Por quién doblan las campanas", de Metallica, el que dio el Cerrojo a este Regio Evento.
Cayó el Out 27 y en la extraordinaria pantalla gigante y en cada monitor en tiendas y pasillos se transmitía la señal del juego de Vuelta entre Tigres y Santos, ahora disputado en Torreón.
A la salida, algunos se aglomeraban ante el grupo musical que amenizaba (TIGRILLOS!) y otro contingente permanecía alerta de que jugador divisaban para saludar o solicitarle su firma; ahí desfilaron el Manager Roberts, Julio Urías, Jansen (ahora sí!); Utley, Taylor, Bellinger y hasta reconocieron al extarordinario fotógrafo de la franquicia Jon Soohoo quien volteó sosprendido quizás de ser reconocido y su llamado por su nombre.
Sí, por unos días, la Sultana pudo ser nombrada... Monte-Rey de los Deportes! |