Por Julio Cesar Hernández
La participación de Adrián González y su posterior protagonismo en la apelación mediática derivada de la eliminación del representativo mexicano solo se entiende en función del papel de manejador de su hermano (de la misma manera que el rol activo de este último en la edición de 2013, a todas luces condicionada por la participación del estrella de los Dodgers).
Por supuesto, no se puede esperar de ellos ni de sus comparsas en los Medios (Tvsa, particularmente) una autocrítica y ejercicio de reflexión que en lugar de incendiar ánimos contribuya a una mejor comprensión y clima de respeto y disciplina.

Como siempre, son factores externos y una eterna consigna en contra el motivo de nuestros reveses e infortunios, jamás una falla en la comunicación y/o una mala calidad en la toma de decisiones.
Solo así, se explica el que, en lugar de reportar al spring training de su escuadra en MLB se presente, en mala forma física (lesionado) y fuera de ritmo, tomando un lugar de alguien, probablemente de menores capacidades naturales y técnicas, pero sin duda con mejores posibilidades de contribución, algo que ni por asomo se discutió en las transmisiones, menos a la luz de sus anémicos resultados (dicho sea de paso, sí se le defendió a ambos carnales en el espacio de las Redes Sociales)

Lastimosamente, pareciera también que su figura y presencia al igual que la de Fernando Valenzuela obedecen más a cuestiones mediáticas y comerciales que a alguna otra.
No hubo robo ni injusticia, sí interpretaciones convenecieras por la parte quejosa y una imperdonable y absurda pifia en la comunicación, hasta ayer, impensable a esos, supuestos, niveles. |